Historia Lojana

Dr. Máximo Agustín Rodríguez Jaramillo

Lojano singular y de connotación cívica  peculiar, sin duda alguna, fue el doctor Máximo Agustín Rodríguez Jaramillo. Su exquisita lojanidad ha trascendido y trascenderá por ser el autor de la letra del Himno de la castellana ciudad de Loja.

Ese bello poema épico de elevada fuerza lírica, de bien logrado propósito suscitador y visionario, de indiscutible corrección castiza y musicalizado con un ritmo de triunfal marcialidad por Salvador Bustamante Celi, el maestro de la melodía exultante, es la idea fuerza que impulsa a los lojanos a bregar con esperanza, tesón y fe en el progreso provincial.

Aquellas estrofas con sabor a mandamiento cívico que dicen: “ Somos hijos de Loja y debemos / procurarle continuo adelanto / que no cese el cantar sacrosanto / del trabajo que es vida y honor. Fomentemos las artes, la industria / el saber tenga aquí su morada / y la frente en sudor empapada / solo sepa inclinarse ante Dios”, es el más fiel retrato literario del espíritu de la Lojanidad de antaño, de hoy y de siempre.

El doctor Máximo Agustín Rodríguez Jaramillo nació en la ciudad de Loja el 18 de septiembre de 1874, en el hogar formado por los esposos Dr. Simón Rodríguez Bejarano y la señora Genara Jaramillo Ojeda, de notable ascendencia e indiscutible estatus en el vecindario lojano, debido a la honorabilidad de su ancestro.

El doctor Rodríguez Bejarano fue designado, en 1859, Secretario Relator de la Corte Superior de Justicia de Loja, por Manuel Carrión Pinzano, presidente del Gobierno Federal de Loja. Ocupó, además,  el cargo de Ministro Fiscal y Síndico del Hospital San Juan de Dios.  Esta ligera mención del perfil del progenitor del Dr. Máximo Agustín Rodríguez, permite trazar la semblanza biográfica de este personaje, con mayor aplomo y ponderación.

El 7 de octubre de 1885, Máximo Agustín Rodríguez ingresó al Seminario Menor Diocesano de Loja, con el propósito de cursar sus estudios de bachillerato, luego de haber concluido los primarios en la Escuela de los Hermanos  Cristianos. El ingreso al Seminario del joven Máximo Agustín, estaba en relación con el camino seguido por sus hermanos mayores, de los cuales, el primero era ya sacerdote y el segundo, próximo a serlo,.

En 1890 ingresa al Seminario Mayor de Loja.  Mas, la clausura de este centro de formación sacerdotal, en 1896, fue la circunstancia histórica en su vida, que le abrió las puertas del colegio Bernardo Valdivieso, el 30 de noviembre del mismo año. Un año más tarde, en 1897,  cursó estudios de leyes que los culminó en 1898, debido a la vigencia de la modalidad de Libertad de estudios. En 1900 ingresó a la Junta Universitaria. Obtuvo su título de abogado, tres años más tarde, en 1903.

La vida del doctor Máximo A. Rodríguez Jaramillo fue para Loja y el país  una verdadera entrega. Toda ella estuvo dedicada al trabajo tesonero y creador en beneficio del engrandecimiento material, económico, espiritual y cultural de su país, y de manera especial, de la región sur, de la provincia y de la ciudad natal.

Su actividad pública fue diversa y la desplegó en ámbitos distintos. Uno de ellos y quizá el de mayor preferencia, fue el de la Docencia, inclinación muy afecta a su temperamento e interés. Se inició en la cátedra aún siendo miembro del Seminario Mayor. Entre 1898 Y 1899, sus superiores, los padres Lazaristas, lo designaron profesor de segundo y tercer años de Humanidades, responsabilizándolo de las asignaturas de: Historia, Literatura, Latín, Idioma Patrio y Religión.

En l906 fue designado profesor sustituto del Colegio Bernardo Valdivieso, en las asignaturas de: Literatura, Cosmografía, Francés y Filosofía Racional.  En l907 asumió la cátedra universitaria de Código de Comercio. Desde 1908 hasta 1925, dictó la asignatura de Gramática en el Colegio Bernardo

Su entrañable afecto a la educación de la niñez y juventud lojanas le mereció la designación como Director de la Escuela Miguel Riofrío. Se posesionó en esta función administrativa en l925 y permaneció en ella  hasta 1929.

Hasta 1932,el doctor  Máximo Agustín Rodríguez, dictó las cátedras de Economía Política y Ciencias de la Hacienda, en la Junta Universitaria. En 1939, nuevamente es designado profesor de Literatura y Castellano en el Bernardo Valdivieso, hasta mayo de 1940, año de su jubilación. En el transcurso del año lectivo 1945-1946 fue rector del colegio La Dolorosa y profesor de Literatura.

Como maestro, el doctor Máximo Agustín Rodríguez  sembró en la mente de la niñez y de la juventud lojanas las virtudes cívicas. Lo hizo desde su convencimiento de humanista y acendrado espíritu de lojanidad.

En el ámbito específico de su profesión de abogado, desempeñó con singular acierto y testimonio ejemplar, varias funciones públicas. Así: en l902 fue Secretario municipal y anotador de hipotecas. En 1905, Secretario de la Junta de Obras Públicas. Tuvo también las funciones de Oficial Mayor y Secretario Relator Interino de la Corte Superior de Justicia de Loja, en 1905. Su rectitud ética y moral, respaldada por su solvencia y sapiencia académicas, le mereció las designaciones de Ministro Fiscal y Ministro Juez de la Corte de Loja. Fue así como, con honradez, dignidad y transparencia, el doctor Máximo Agustín Rodríguez Jaramillo transitó por los mismos caminos  que recorrió su padre en la recientemente creada Corte Superior de Justicia, por el Gobierno Federal de Loja.

Mención especial, en este relato breve de la semblanza del doctor Máximo Agustín Rodríguez, merece la designación democrática de la que fue objeto por parte del pueblo lojano, a la dignidad de Legislador de la Provincia para el período 1944-1945. Era este ilustre coterráneo, un hombre público y un ciudadano de dimensión nacional y bien ganado prestigio. Su humanismo exquisito aportó a la legislación ecuatoriana con su criterio ponderado de hombre de derecho sapiente, de criterio transparente, honesto y de proyección.

Escritor castizo de estilo clásico. Su producción, a más de extensa es diversa. Abarca géneros varios, todos ellos trabajados con profesionalismo, profundidad de conocimiento, objetividad y buen criterio. Su propósito: enseñar, orientar, distraer, sugerir, denunciar proponer soluciones y, dado su inclaudicable espíritu de lojanidad, polemizar en pro de la defensa incondicional del derecho que le asistía a Loja de desarrollarse, de modo sustentado, en todos los ámbitos del progreso. En este aspecto, ni su pluma se silenció jamás, ni su voluntad dio brazo a torcer.

En el periodismo, uno de los géneros, para él, de mayor afecto e interés, el doctor Máximo Agustín Rodríguez enarboló la bandera de la lojanidad, sin temor ni favor a nadie. De modo puntual y persistente, luchó por la vialidad. Abogó e insistió por la prolongación de la vía férrea desde Pasaje hasta Loja y el Oriente. Integró el Comité Ferroviario de Loja,  con la finalidad de hacer realidad tan anhelado  proyecto de desarrollo.  En 1912, el Senado y la Cámara de Diputados aprueban el proyecto y se da el Decreto mediante el cual se ordena la construcción de un ferrocarril que, partiendo de Puerto Bolívar, pase por Zaruma y Loja y llegue a un punto navegable del río Zamora. Por demás está decir que la obra jamás se ejecutó.

En mayo de 1917, ante la desidia de los poderes centrales frente a las necesidades sentidas de Loja, su inspiración desborda, y exclama:

¿Por qué vivir resignados

con la desgraciada suerte?

Nuestro aislamiento es la muerte

económica y social.

Digamos a la República

¡Cese el desamor o inquina

que el Ecuador no termina

donde principia El Cañar!

Hijos de Cuenca y de Loja

deben trabajar unidos

para verse redimidos

del aislamiento secular,

y laborar porque pronto

la rauda locomotora

una Cuenca y el Zamora

con vínculo material.

El 18 de diciembre de 1938, publicó su artículo “Cómo se nos trata”. En su ámbito escribió: “Los gobiernos, en más de cien años de vida republicana, han creído engañar a Loja…no con obras sino con frases más o menos dulzonas: Loja es la Centinela del Sur, Loja es la altiva, la patriota, la hidalga, la castellana, etc. Ahítos estamos ya de castellanidad y de hidalguía, pero hambreados de vialidad y de obras públicas…”

Otra de las temáticas que golpeaba  la vena crítica y admonitoria del doctor Máximo Agustín Rodríguez Jaramillo era la relacionada con el proverbial asunto limítrofe con el Perú. De su pluma salieron muchos artículos insulfados de civismo, llamando a la opinión pública a la toma de conciencia respecto a la necesidad de defender la integridad de la heredad territorial.

En julio de 1911, con admonitoria sentencia decía: “…Aunque nuestra voz llegue a ser un clamor en el desierto, no por eso dejaremos de hablar del inexplicable descuido, con el que Ecuador mira el gran problema de la integridad territorial…El alma se contrista al considerar que por nuestra propia voluntad, perdemos las dos terceras partes del territorio legado por los inmortales varones que nos dieron Patria…Y téngase en cuenta que el suelo que perdemos a diario, por nuestro punible descuido, queda perdido para siempre…”

Ya consumado el Protocolo de Río de Janeiro, en enero de 1942, en agosto publicó el artículo titulado “El Sonrojo de los Próceres” y también el dolido soneto “El Ecuador y el Tratado de Río de Janeiro”

Si Bolívar acaso despertara

del sueño sepulcral y en ti pusiera

oh Patria, su mirada justiciera

y tu mísero estado contemplara,

con lágrimas de sangre te llorara,

y viéndote humillada, prefiriera

arrancar un jirón de tu bandera

para en sus pliegues ocultar su cara.

“Tu que lanzaste la primera el grito

de ansiada libertad” –exclamaría-

¿cómo puedes sufrir el infinito

baldón de regalar el heredado

patrio solar?…O no eres hija mía,

o recobras el suelo que te he dado.

De su inspiración e iniciativa  surgieron los periódicos: “El Ferrocarril” (1909) y “La Selva” (1913). “El adelanto seccional”  (1905). La Revista científica literaria del colegio Bernardo Valdivieso (1901). El Album Literario dedicado al Papa León XIII (1912).

De su pluma proficua y magistral nacieron los libros:

  1. “Baratijas Literarias (1915). En uno de los párrafos del Prólogo, el autor expresa: “…en la colección que pongo a tus plantas, lector benévolo, hay muchos artículos que me sonrojan, no por lo atrevidos, sino por lo malos…Perdona pues las faltas, que son muchas, y mira este librito como una de tantas Baratijas de que está lleno este pícaro mundo…”.

Se trata de una colección  de relatos  de estilo chispeante, anecdótico de magistral sutileza e ingenio, propia del observador atento, del crítico objetivo y del investigador social nato. El conjunto de narraciones es un elocuente y bien elaborado  retrato de la Loja de antaño, a través de cuya plasticidad lingüística,  personajes y circunstancias tienen vida y energía propias que se transmiten al lector, motivando su capacidad  imaginativa e incitándolo a la recreación.

  1. El periodismo lojano

Es un enfoque analítico, descriptivo y referencial de la actividad periodística en Loja, ciudad y provincia. La información recopilada  data, de manera cronológica, la existencia de imprentas y periódicos que nacieron  y se implementaron en la vieja ciudad y en otros pueblos de la provincia. Es su libro póstumo. Lo escribió cuando había perdido por completo su visión con ayuda de su hija mayor, Virginia, quien hizo las veces de secretaria.

  1. “La Coronación Canónica de la Santísima Virgen de El Cisne” .

Obra voluminosa de 595 páginas publicada por la Editorial española Hormiga de Oro, de Barcelona, en 1930. Libro que tiene el exquisito  sabor de la crónica que data, documenta, informa y rescata para la historia, acontecimiento tan singular del acontecer antropológico y cultural del colectivo lojano, por tradición y legado generacional, de eximia vocación mariana.

  1. “Fiestas Escolares”

Publicado en 1931. Suma de narraciones de temática patriótica  y propósito informativo – didáctico que ilustran al lector atento e interesado en el conocimiento del acontecer histórico nacional y provincial. La literatura de connotación histórica escrita por el doctor Máximo Agustín Rodríguez, al tiempo que alimenta e ilustra el conocimiento de la sociedad lojana,  aporta significativamente al sostenimiento, vigencia y proyección de la identidad cultural nacional, regional y provincial.

Es importante anotar que el doctor Máximo Agustín Rodríguez veía en los sucesos históricos de Loja y del país, dada su cosmovisión  y espíritu atento, crítico y suscitador, las auténticas raíces de lo que realmente, a cada generación,  le debe significar la ecuatorianidad y la lojanidad.

Habría que conseguir que los sucesos históricos acaecidos en la patria grande y en la patria chica echen raíces en las nuevas generaciones para, de esa manera, fomentar y cultivar un civismo nutrido no con el insustancial romanticismo, sino con la objetividad y trascendencia de los hechos, el mérito de sus protagonistas y la incidencia histórica.

No cabe duda: el pensamiento del doctor Máximo Agustín Rodríguez era dialéctico, en el más original y correcto significado del concepto.

El devenir histórico de un pueblo y de su cultura tiene como columna vertebral de su proceso, los hechos y los personajes que los protagonizaron. Para él, la historia no era un rosario de sucesos  pasados, sino la vigencia, la persistencia de lo esencial y trascendente del pasado en el presente que, como eslabón de fortalezas incorrosivas,  integra el encadenamiento de la identidad cultural ecuatoriana y lojana.

La creación poética del doctor Máximo Agustín Rodríguez, dispersa en diversidad de publicaciones no sólo de su tiempo sino posteriores,  suscitó el sentimiento del pueblo lojano, concienciándolo respecto de los valores, el civismo y la autoestima.  La fuerza lírica de su verso, la profunda conceptuación de sus juicios, la casticidad de su expresión y el arraigado humanismo de su temática, le dieron a su expresión poética la connotación de sublime cátedra desde la cual el Maestro de la lojanidad auténtica enseñaba a sus conciudadanos el sentido propio del patriotismo, en cuanto virtud exigida  en las vivencias y menesteres de la cotidianidad.

A través de su verso, de vena y estirpe clásicas, Máximo Agustín Rodríguez  le cantó a la patria, para ennoblecerla; al amor, para exaltarlo;  a la angustia y al dolor, para vencerlos;  a la Virgen Churona, para encomiarla; a su Dios, para religarle su existencia; al río y al paisaje, para retratar su murmullo y cromática; y,  a su Loja natal, para inmortalizarla.

A su verso: lo humano le es vertebral; lo natural, referencial; lo divino, esencial. De la lectura de su poesía brota un hilo transparente de existencialismo esperanzador, jamás ateo ni derrotista.

El doctor Máximo Agustín Rodríguez murió en su Loja entrañable el 18 de octubre de 1948. Había cumplido 74 años de edad y vivido una existencia con sabor a dación.