Desde el inicio de su presidencia en 2017, Donald Trump ha estado en el centro de preguntas sobre el financiamiento de su imponente imperio de golf. La intriga comenzó cuando un escritor especializado en golf afirmó que Eric Trump, hijo del expresidente, le había comentado que el financiamiento del negocio de su padre provenía de Rusia. Aunque Eric negó este rumor, la declaración captó la atención de periodistas, políticos e investigadores que intentaban descifrar el origen de los fondos.
Este comentario generó más dudas entre quienes analizaban los negocios de Trump, incluyendo al fundador de la firma detrás del famoso dossier Steele, quien incluso insinuó en un testimonio ante el Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes que podría haber lavado de dinero involucrado. La afirmación provocó una ola de investigaciones en medios como The Washington Post, The New Yorker y The New York Times, quienes intentaron descubrir el origen de los cientos de millones de dólares que Trump había invertido en propiedades de golf.
Las adquisiciones de resorts, especialmente dos que compró en 2014, desconcertaron a sus críticos, quienes no entendían por qué Trump habría arriesgado más de 175 millones de dólares en activos que generaban pérdidas. En Escocia, donde Trump posee dos de sus resorts, los políticos solicitaron una Orden de Riqueza Inexplicada, una herramienta que busca investigar fondos sospechosos, con el objetivo de determinar si había dinero ilícito detrás de esas inversiones.
Finalmente, la revista Forbes realizó su propia investigación y, después de revisar una montaña de documentos, afirma haber resuelto el misterio. Aunque la respuesta exacta no se ha hecho pública, la historia detrás del financiamiento de Trump en el sector del golf sigue siendo una combinación intrigante de ambición, riesgo y teorías sobre el origen de los fondos.
