La central hidroeléctrica Mazar, un pilar fundamental para el suministro eléctrico del Ecuador, se encuentra en una situación crítica. Ubicada entre las provincias de Cañar y Azuay, esta planta ha sido un motor clave para la generación de energía durante casi 13 años. Sin embargo, la severa sequía que afecta a la región pone en peligro su capacidad de operación, y las perspectivas no son alentadoras. Para que Mazar recupere su nivel óptimo de funcionamiento, se necesitarían al menos 20 días consecutivos de lluvias abundantes, algo que, de acuerdo con los pronósticos meteorológicos actuales, parece una meta cada vez más distante.
Una situación al límite
Hasta la mañana del 10 de octubre, el embalse de Mazar registraba un nivel de 2.112,8 metros sobre el nivel del mar, apenas por encima del mínimo operativo de 2.110 metros. Esta cifra encendió las alarmas de los operadores de la planta y de las autoridades responsables de la gestión de los recursos energéticos del país. Si el nivel sigue descendiendo, la central podría quedar fuera de servicio en los próximos días, lo que provocaría una grave afectación en el suministro de electricidad a miles de hogares y empresas.
Mazar, con una capacidad de generación de 170 megavatios, es una pieza clave en la infraestructura eléctrica del Ecuador. Su posible paralización no solo pone en riesgo el sistema energético nacional, sino que también podría empeorar la ya delicada situación de apagones que afecta a diversas zonas del país, principalmente en las áreas rurales. Las hidroeléctricas, que representan el grueso de la producción de energía del país, dependen en gran medida de las condiciones climáticas, y la falta de precipitaciones amenaza con desestabilizar un sistema que ya enfrenta dificultades.
Un panorama preocupante sin soluciones inmediatas
La falta de lluvias no solo afecta a la central de Mazar. Otras plantas hidroeléctricas del país también están viendo mermada su capacidad de producción debido a la sequía. Si bien en ocasiones anteriores se han implementado planes de racionamiento y estrategias de ahorro energético para mitigar los efectos de la disminución de la generación, esta vez la situación parece ser más grave y persistente.
Las previsiones meteorológicas para las próximas semanas no son favorables. Los expertos en climatología advierten que las lluvias necesarias para recuperar el nivel del embalse podrían no llegar, lo que dejaría a la central de Mazar en una posición extremadamente vulnerable. La escasez de agua no solo afecta la capacidad de las hidroeléctricas, sino que también plantea un riesgo para la estabilidad energética del país en general.
Además, el impacto de un eventual cierre temporal de la central se sentiría con especial intensidad en las provincias de Cañar, Azuay y otras regiones dependientes del sistema interconectado nacional, que verían una disminución significativa en la estabilidad de su suministro eléctrico. La posibilidad de apagones prolongados es real, y las autoridades están en alerta máxima para intentar contener el problema.
Las consecuencias de la sequía: más allá de la energía
La crisis en la central hidroeléctrica Mazar refleja un problema mucho más amplio: el impacto del cambio climático y la variabilidad de las lluvias en las regiones de montaña de Ecuador. La dependencia del país en la generación hidroeléctrica, que se considera una fuente de energía limpia y renovable, se convierte en una desventaja cuando las condiciones climáticas no acompañan. La prolongada ausencia de lluvias en ciertas zonas del país es solo una de las manifestaciones de un fenómeno que amenaza con volverse más frecuente y severo en los próximos años.
Sin agua en los embalses, no solo se afecta la generación de energía, sino también el suministro de agua potable para diversas poblaciones y actividades productivas. Las implicaciones económicas, sociales y ambientales de esta situación podrían ser devastadoras si no se toman medidas urgentes para mitigar sus efectos y buscar alternativas que diversifiquen la matriz energética del país.
¿Qué se puede hacer ante esta crisis?
En medio de esta compleja realidad, las autoridades energéticas y ambientales se enfrentan a un desafío titánico. A corto plazo, la única solución para evitar el colapso de Mazar es que las lluvias regresen pronto y en cantidades suficientes. Sin embargo, la naturaleza impredecible del clima impide que esta sea una opción segura o confiable.
Los expertos señalan que es crucial que el Ecuador comience a diversificar su matriz energética y busque fuentes alternativas de energía, como la solar o la eólica, que no dependan tan directamente de las condiciones climáticas. Además, se deben implementar políticas más agresivas de ahorro energético, incentivando a la población a reducir el consumo de electricidad durante estos momentos críticos.
Mientras tanto, la población sigue esperando respuestas y acciones concretas para evitar una crisis energética de mayor envergadura. La sequía ha puesto a prueba la capacidad del país para gestionar sus recursos naturales, y la situación en Mazar es un claro recordatorio de la urgencia de tomar medidas preventivas antes de que sea demasiado tarde.